Lacey Shillinglaw, una joven de 13 años, adoptó como mascota a un abejorro que salvó en la carretera mientras paseaba a su perro. La joven intentó reparar el ala arrugada del insecto y, desde entonces, ambos se convirtieron en amigos inseparables porque la sigue a donde quiera que va.
“Es increíble lo que sucede entre nosotros. Pensé que se iría en cualquier momento, pero nunca lo hizo. Estoy muy feliz porque recordaré esta experiencia toda mi vida”, confesó la joven a los diarios locales de Reino Unido. Además, ya bautizó al abejorro como “Betty”.
A pesar de los repetidos intentos de la joven para dejar al insecto en el jardín, el animal regresa zumbando al cuello o a las manos de su salvadora. Llevan dos semanas juntos y “Betty” duerme en la mesita de noche del cuarto de Lacey.
El ala del abejorro ya está curada, pero no tiene propósitos de regresar a la vida silvestre. “No entiendo por qué no se va, pero es maravilloso. Betty se la pasa por la cara de Lacey, en sus lentes y entre sus dedos. Es muy juguetona”, corroboró la madre de la adolescente.
La joven y los extraordinarios cuidados para “Betty”, el abejorro
Lacey comentó que siempre está pendiente de alimentar a “Betty”. El insecto mordisquea los bordes del sándwich de la joven o merodea por los tarros de mermelada. “También le coloco agua azucarada, miel y trozos de fresas”, adelantó la chica.
Los fines de semana, la joven despierta temprano y lleva a su amiguita alada al jardín para beber el néctar de las flores. “Tan pronto como regreso a casa, Betty me sigue sin pensarlo”, bromeó Lacey.
Finalmente, afirmó que las ventanas de su casa siempre están abiertas y cuando el abejorro decida irse, lo puede hacer sin problemas, aunque aseguró que la extrañará muchísimo.
Es una suerte que el insecto no picara a la chica porque hay registros de que las picaduras de abejorros tienden a producir reacciones tóxicas como hiperventilaciones y aumento del ritmo cardíaco.
